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martes, 26 de agosto de 2014

Un café.

Escucha esa canción que suena de fondo, es esa que tu padre siempre solía escuchar mientras leía una de sus revistas científicas u ojeaba un periódico...
Hunde la cara en las manos, sabes que no eres más que otra persona más en este mundo, que no eres más que otro número, otro individuo que toma un café en esa terraza del centro de Madrid.
Han pasado ya dos horas desde que te sentaste a leer ese libro y sólo te has tomado un simple café. El camarero se acerca de vez en cuando impaciente, siempre sonriente pero con un punto de molestia en su mirada, te pregunta una y otra vez si deseas tomar algo más, y tú niegas siempre con la cabeza, sonriendo amablemente.
En realidad no lees, no estás más que mirando las letras de ese libro, no has pasado más de cinco hojas en esas dos horas porque te quedas embobado mirando las letras hasta que te das cuenta de que ya has vuelto a abrir la boca como un idiota.
Te paras a pensar en esas cosas que nunca quieres pensar, en esas preguntas que siempre te haces, esos momentos que te marcaron o esas personas que se fueron.
El café casi no lo has probado, está a la mitad y frío, pero qué más dará, así el camarero te saca de vez en cuando de ese mundo que te creas en la cabeza tú solo.
La tarde ha avanzado y ya empieza a oscurecerse el cielo, quizá deberías volver a casa ya... Pero te gusta esa sensación de que no hay nada qué hacer, nada más que pensar en eso que te hace sonreír y también enrojecer tus ojos que casi quieren llorar. En casa hay demasiado que hacer, demasiado en lo que pensar y no te apetece volver al mundo real, no hoy, no por favor.
Venga, a soñar despierto un rato mas, pero pides la cuenta, que el pobre camarero se quede aliviado de que por fin te vas.
Pasa por tu cabeza, como tantas otras veces, ese recuerdo de tu infancia, allí jugando en el colegio, corriendo por el patio, sin complejos o quizá con demasiados...
Te acuerdas de esos amores que cambiaban cada mes, y esos de los que ahora te avergüenzas.
Te acuerdas de los juegos, de las carreras, el polis y cacos, la comba que intentaste saltar doble y te caíste  una y otra vez.
Te acuerdas de las peleas, de tus amigos, de los profesores, y de ti, y sonríes, con melancolía.
La cuenta, dos euros y que se quede con el cambio, te levantas y estiras la camiseta, coges el libro y te diriges a la parada del bus...
Quizá nunca entiendas cómo has llegado allí, quizá nunca consigas dejar atrás esos recuerdos, esos sueños de niño, pero hoy estás aquí, sin más, siendo tú mismo, y has crecido día tras día. Sonríes, no está mal, y pensar que solo te preocupabas de qué pegatina cambiarle a tus amigos, o qué cromo era el mejor.
Sí, no lo has hecho del todo mal, eso de crecer y madurar... Pero querrías volver atrás, solo unas horas, tocar otra vez esas paredes que han guardado tu vida, ese mundo que dejaste atrás .