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lunes, 29 de septiembre de 2014

Vivimos con miedo.

Vivimos con miedo.
Somos inseguros y estamos desquiciados de este temor que guardamos en nosotros.
Somos creyentes de leyendas que cuentan las verdades que tememos creer, pero eso parece gustarnos demasiado como para darnos cuenta de que son sólo mentiras que crea nuestro subconsciente.
Y el miedo nos va comiendo poco a poco, nos hace cambiar, nos hace sufrir, pero seguimos soñando, seguimos intentando escapar de él, como si fuese a correr tras nuestra.
El miedo no va a ir a por ti, el miedo se queda contigo haciendo la carrera.

Vivimos con miedo.
El miedo coge lo que amamos y lo convierte en aquello que odiamos.
El miedo nos hace daño porque creemos más en él que en nosotros mismos.
Nos hemos convertido en aseguradoras y todo riesgo es un fallo en el sistema.

Vivimos con miedo.
Por eso llamas loco al que supera sus temores.
Por eso silencias tu voz cuando quieres gritar.
Y por eso ya no se cumplen los sueños, porque nos da miedo el qué pasará.
¿Qué dirán? ¿Cómo lo afrontaré? ¿Lo podré soportar? ¿Me va a hacer más desdichado que feliz?
No importa, compréndelo.
Se van a reir de ti, van a señalarte, van a hablar de ti, vas a sentirte solo, vas a saber qué es la vida,
¿Pero es eso tan malo?

Vivimos con miedo.
¿Por qué no opinas?
¿Por qué no luchas por lo que deseas?
¿Por qué no dejas que te vean?

No soy más que una luchadora de causas perdidas.
Eso me enseñó mi padre.
Pero cuando vale la pena deshacerte de tus miedos por conseguir la realización personal y la felicidad, no importa lo terrible que pueda ser la consecuencia, hay que superarlo.

Vivimos con miedo.
Pero no se puede ser valiente sin haber tenido miedo.
Los más valientes no son aquellos que no tienen miedo, esos sí están locos, los valientes son los que aprenden a superar aquello que les atemoriza.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Mi generación.

Este es uno de esos días en los que te sorprende lo rápido que cambia el tiempo, de lo rápido que llueve en un día soleado, de lo rápido que el frío llega a la ciudad, lo fácil que es empezar a llorar cuando eres feliz.
Simplemente me sorprende que sigamos con lo mismo de siempre, otra vez esas peleas, otra vez los malos momentos. 
Ya pensé que la paz duraría por siempre, pero era sólo la brisa de verano, que calma el agua de este lago.

¿Cómo se mide la madurez de una persona?

Se mide en decisiones. Se mide en sus razones para sonreír. Y en las razones para llorar. Se mide en verdades que cree. Se mide en fortaleza en momentos de dolor. Se mide en el valor con el que afrontas lo duro de este mundo en el que vivimos. Se mide en las carcajadas que sueltas aun sabiendo que no tienes nada en tus bolsillos. Se mide en el amor y respeto.
Pero sobre todo, se mide en la capacidad de ser feliz cuando se acaban las razones para serlo.

Entonces, ¿Eres maduro? 
Porque últimamente me encuentro más personas que afrontan estos momentos de crisis mejor que nadie y puedes contar sus años con los dedos.
Encuentro personas que han sufrido más que nadie y siguen levantándose cada mañana para ver el Sol.

Muchos podríamos haber tenido otra suerte. Muchos podríamos haber tenido menos problemas. Podríamos haber tenido una vida distinta. Pero la madurez se mide en cómo afrontas aquello que te otorga el cielo.

Hay una frase que dicen aquellos que creen en una deidad
"Dios nunca nos da más de lo que podemos soportar".
No creo en que haya ahí alguien que decida, pero sí es cierto que somos más fuertes de lo que pensamos. Somos mejores de lo que nos creemos. Somos humanos.

Si hoy es más duro el mundo en el que vivimos, habrá que afrontarlo. Habrá que levantarse y poner nuestras manos tocando el cielo, porque somos grandes, somos quienes elegimos qué hacer con lo que nos dan.

Y estoy cansada de tener dieciséis años y que nadie espere de mi esa madurez. 
Sí, típico en una adolescente, pero escucha mi voz, escucha lo que dice, escucha qué pienso y si mi cabeza está sobre mis hombros. Dime que no se de nada. Dime que sólo son imaginaciones. Dime que me equivoco. Dime que no se cómo está el mundo. De verdad. Dime si soy la típica chica de dieciséis años que no vive en este mundo, que grita en el metro, que vive sin agradecer la vida, que se queja de las nimiedades, que ruega que le hagan caso.
Si me conoces, lo sabes. 
No soy típica, y es tema del que enorgullecerse para mi.
"Si no has andado con mis zapatos no pienses que sabes cómo camino."

Y mi generación será de paletos y supervivientes, bien separados unos de otros.
Porque habrá quienes aprendan de la experiencia, habrá quienes sepan qué cuesta el tiempo y la felicidad.
Y habrá quien no lo sepa. Pero cuidado con equivocarte con nosotros.



miércoles, 10 de septiembre de 2014

Verano.

Aún parece que las mañanas saludan con un sol radiante.
Aún parece que la brisa de junio aplaca el calor.
Aún parece que se huele el principio del verano.
Pero no.
Pasaron los días, uno tras otro, piscina, tumbarse al sol en el césped, noches en vela, cenar a la luz de la luna, los atardeceres rosas y naranjas, dormir hasta tarde o ver el amanecer con el viento fresco de la mañana…
Parecía que ésta vez no lo echaría de menos, pero aún no ha acabado y ya noto que me falta.
Quizá malgasté mis horas soñando, quizá no lo hice bien éste verano, como tantos otros ahora veo que me quedaron mil cosas por hacer… Pero no.
No malgasté mi tiempo. He reído y llorado. He besado y abrazado. He saltado y corrido. He nadado en el agua cristalina. Me he ilusionado y desilusionado por amor. He dormido y soñado.
Sí, soñé demasiado este verano, pero las noches se plagaron de vida, de mundo, de felicidad.
Y cuando empiecen a caer las hojas de los árboles naranjas no pensaré que lo he perdido.
Para mí ha sido ese viaje que planeaste y no salió como debía, pero no por eso estuvo mal.
Me duelen las mejillas de reír, y es que cada día ha sido único, y exprimí la felicidad hasta que casi no me ha quedado, pero ahora toca volver a dormir en vez de soñar. Ahora toca ver el amanecer desde un pupitre, o desde un autobús. Pero siempre será mi amor de verano el sol brillante, siempre me enamoraré platónicamente de luna, siempre me limpiará el alma el agua y la cabeza la brisa.
Porque se pasaron estos meses sin más, los grillos no han dejado de cantar, no se acabó lo bueno mientras aún quede la esperanza de que un día volverá.
Y así será. Menos de un año. Venga, yo puedo, y si puedo yo, tú también.
Y en ésta última noche de verano voy a ver salir el sol para despedirme con un bonito adiós, voy a besarle para que quede el recuerdo y así volverá a salir cada mañana hasta que por fin me salude un veintialgo de junio diciendo `he vuelto por ti´.