Este es uno de esos días en los que te sorprende lo rápido que cambia el tiempo, de lo rápido que llueve en un día soleado, de lo rápido que el frío llega a la ciudad, lo fácil que es empezar a llorar cuando eres feliz.
Simplemente me sorprende que sigamos con lo mismo de siempre, otra vez esas peleas, otra vez los malos momentos.
Ya pensé que la paz duraría por siempre, pero era sólo la brisa de verano, que calma el agua de este lago.
¿Cómo se mide la madurez de una persona?
Se mide en decisiones. Se mide en sus razones para sonreír. Y en las razones para llorar. Se mide en verdades que cree. Se mide en fortaleza en momentos de dolor. Se mide en el valor con el que afrontas lo duro de este mundo en el que vivimos. Se mide en las carcajadas que sueltas aun sabiendo que no tienes nada en tus bolsillos. Se mide en el amor y respeto.
Pero sobre todo, se mide en la capacidad de ser feliz cuando se acaban las razones para serlo.
Entonces, ¿Eres maduro?
Porque últimamente me encuentro más personas que afrontan estos momentos de crisis mejor que nadie y puedes contar sus años con los dedos.
Encuentro personas que han sufrido más que nadie y siguen levantándose cada mañana para ver el Sol.
Muchos podríamos haber tenido otra suerte. Muchos podríamos haber tenido menos problemas. Podríamos haber tenido una vida distinta. Pero la madurez se mide en cómo afrontas aquello que te otorga el cielo.
Hay una frase que dicen aquellos que creen en una deidad
"Dios nunca nos da más de lo que podemos soportar".
No creo en que haya ahí alguien que decida, pero sí es cierto que somos más fuertes de lo que pensamos. Somos mejores de lo que nos creemos. Somos humanos.
Si hoy es más duro el mundo en el que vivimos, habrá que afrontarlo. Habrá que levantarse y poner nuestras manos tocando el cielo, porque somos grandes, somos quienes elegimos qué hacer con lo que nos dan.
Y estoy cansada de tener dieciséis años y que nadie espere de mi esa madurez.
Sí, típico en una adolescente, pero escucha mi voz, escucha lo que dice, escucha qué pienso y si mi cabeza está sobre mis hombros. Dime que no se de nada. Dime que sólo son imaginaciones. Dime que me equivoco. Dime que no se cómo está el mundo. De verdad. Dime si soy la típica chica de dieciséis años que no vive en este mundo, que grita en el metro, que vive sin agradecer la vida, que se queja de las nimiedades, que ruega que le hagan caso.
Si me conoces, lo sabes.
No soy típica, y es tema del que enorgullecerse para mi.
"Si no has andado con mis zapatos no pienses que sabes cómo camino."
Y mi generación será de paletos y supervivientes, bien separados unos de otros.
Porque habrá quienes aprendan de la experiencia, habrá quienes sepan qué cuesta el tiempo y la felicidad.
Y habrá quien no lo sepa. Pero cuidado con equivocarte con nosotros.
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