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viernes, 22 de diciembre de 2017

No te diré “te echaré de menos”.
Jamás buscaré en el recuerdo el volver.
Es verdad que vivir es un desenfreno, caida libre para finalmente morir.
Pero a ti, a ti te despido con serenidad y deseo. Que me has dañado lo más profundo que tengo.
El 2017 es el año que más he sufrido. 
Será un año para recordar, porque todo lo que he vivido
Ha llegado a ser algo más. Algo mejor, algo peor.. eso qué más da.
No te voy a despedir llorando. Me has hecho gastar demasiadas lágrimas ya en ti.
He estado tan triste que no recuerdo ni el modo en el que me llegué a sentir.
Y me has dejado magullada, hundida sin saber qué hacer. Seguir por donde vengo o irme y seguir el porvenir.
Y aun así, aun así, te lo agradezco. 
Nunca me oirás decir que fue el mejor modo, pero la relidad es que aprendí.
Tu no me dejaste elegir, pero así pasa el tiempo.
Gracias a ti lloro menos, gracias a ti me levanto antes del suelo.
Gracias a ti soporto mejor la crítica, gracias a ti importa menos la estética.
Pero llevamos ya años malos, espero que este sea el último en un tiempo, acaba con un gran final, rómpeme una pierna. 
Pero permiteme cumplir alguna meta, permíteme crecer más.
Dame la manera de seguir y encontrar camino, demuestrame que quien llora con causa algún día es redimido. 


No me regalen flores

No me regalen flores.
No me regalen flores si buscan con ellas ejecutar un deseo, buscar con ellas mi alma.
No me regalen flores y tampoco me alaben.
Yo nunca fui menos orgullosa que cuando tuve razones de serlo. 
No me regalen flores si no son tan sólo un gesto, no me las regalen si van con otro pretexto, no busquen en mi afianzarse sólo por encontrar para mi hermosas flores.
No me digan lo que piensan sin pensarlo antes. 
O traduciendo: no me traten sin saber tratarme.
Por eso, no me regalen flores, no me alaben.
Si quisiera verme hermosa me miraría al espejo, y si quisiera flores, las cortaría para plantarlas en mis miedos.
Que si algún día me las merezco, que no creo, me las regalaré yo primero.
Así que si me regalas flores, que sean sólo un gesto. No un pretexto.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Pero vuelve

Hemos llegado, desde una gran distancia, el uno al otro.

Siempre lo hemos hecho.

A través de grandes distancias, a través de años, de abismos de casualidad.

Y porque venimos desde tan lejos, nada puede separarnos.

Nada. Ni la distancia, ni los años, nada puede ser más grande que la distancia que hubo siempre entre nosotros, la distancia de nuestro sexo, la diferencia de nuestro ser, la de nuestras mentes; esa brecha, ese abismo que salvamos con una mirada, un roce, una palabra.

Mira lo lejos que está, lo lejos que está siempre.

Pero vuelve, vuelve, vuelve...

Tierra Madre

Hay algo que no se olvida y ese algo es el olor conocido, un lugar o una persona a la que lo asocias.

Más que olor, es una serie de sensaciones que acaban concluyendo en la descripción exacta de un instante, el instante en el que te sitúas y te sumerges, y acabas por sentir casi el momento de nuevo.


El olor a lluvia, a frío y a leña quemándose me recordaba a la infancia. 

Me recordaba a un invierno felíz y atemporal.

Me recordaba a familia y a seguridad.

Todo aquel que ha tenido un lugar de escape de la bulliciosa ciudad conoce el sentimiento de paz que alejarse de ella puede acarrear.

Si, siempre amé mi preciosa ciudad, pero apreciaré siempre haber vivido ambos mundos, el campo y el asfalto.

Yo soy esa mezcla y gracias a ella me defiendo en ambos con las armas que no tendría sin haber conocido el otro mundo paralelo.


Esa sensación me lleva a estar mirando al fuego en el bar del pueblo, mientras que se que fuera todos los peligros acechan, mientras veo caer la lluvia, yo me siento a salvo.

Escuchar a mi padre y sus compañeros y amistades hablar de las mismas batallitas de siempre, notar la mano de mi madre acariciar mi espalda mientras que echada encima de la mesa, apoyando la cabeza en mis brazos cruzados, clavo la mirada en el fuego, que poco a poco arde, que poco a poco se nubla, y me quedo en una sensación de duermevela.


Me recuerda a leer en el sillón un libro mientras bebo un Colacao, mirando como anochece pronto en la fría tarde de noviembre, como mi padre lee y lee siempre ávido de una colección de sabiduría que almacena como un tesoro en su mente. Le miro ojear una revista de Investigación y Ciencia, o el Economist, y sin entender por qué, estoy en casa.


Me abraza el frío de un recuerdo, caminar por la montaña entre hojas caídas y ramas que crujen allí donde piso.

Mirar los colores rojizos, verde, amarillo y cobrizo.

Sentirme como una aventurera descubriendo caminos, pisar dos piedras seguidas e inventar las escaleras que me llevan al lugar del que tanto he leído.

Jugar con Fer a correr más lejos, a tirarnos piñas y a escondernos.

A caminar entre charcos y las primeras nieves, algo de hielo en la cima, y el aire. 

El aire es puro y curativo, tiene ese olor a frío.

Y ver anochecer y en el horizonte luces doradas, rojas, rosas y anaranjadas.

Ver las nubes altas alejarse en la distancia.

Entre montañas clarea la noche, que de estrellas se plaga.

Mirar al cielo y ver un mundo nuevo,

Desear saltar y alzar el vuelo.


Es bello por mis recuerdos, es bello por ser parte de mi, por ser en lo que creo.


Hay veces que las luces del norte me salvan

Del gris asfalto que me absorbe. 


Toda mujer y todo hombre

Necesita un lugar donde sentirse unido

A la tierra madre.

-Todo mi corazón a quien me enseñe

a besar

sin hacer sangre.

A quien 

llame a mi jaula

antes de entrar.

Y sepa que 

siempre podré 

salir.

Que a mi 

no me encierra

Nadie.-

Sobre la Sombra y la Luz.

Yo que nunca te reproché

Tus hazañas salvajes

Que de todos era sabido que eran inventos

De tu mente narcisista y machista.

Que buscaba aun el orgullo

Y la sonrisa...

Que la vida puede dejar 

Quizá creciendo la semilla, 

-Pensé-, algún día florezca.


Pero ni vueltas ni anhelos.

Yo nunca te dije lo que odiaba tus aires de bueno, esos continuos querer alabanzas,

Y no ser nada bastante.

Y no ser nadie bastante.

Porque jamás llegaste a querer.

-Si es que sabes lo que por esa palabra se entiende-.


Mírame, ahora parezco entristecida.

Cautivada por los pesares de la vida.

Yo, que nunca fui ciega a la belleza,

Que no me dejé llevar por la ira.

Ahora, ¿de qué sirvió tanta nobleza

Y tanto cariño?

Para qué querer a una imagen,

Si al mirarla lejos se entiende,

Y al acercarte y tocarla 

Se desvanece.


Yo creo que te lo mereces.

Que estamos todos cansados

Y que has ganado ya muchas veces.

Al final a ninguno nos premian

Suerte que sólo alguno enloquece.

Hubiese sido tan fácil no acabar así...

Y ahora te arrodillas ante gente que no te siente, sólo te padece.

Hubo momentos mejores, -todos lo saben-. 

Qué pena de madurez, 

Cuando la mayoría de la gente 

De ella carece.


Yo era una mujer perdida

Yo era una mujer que vagaba

Siempre entre incertidumbres.

Nunca me pregunté hasta dónde algo es algo

Y nada es nada.

Me miraba las manos como extrañada

De poder tener algo con lo que agarrarme.

¿Agarrarme a qué? 

Si nada es nada.

Pero las causas de mi confusión al final

Acaban perdidas en las mismas preguntas.

Y acabé firmando finales

A las teorías que produje.

Ahora que tengo todo más claro,

Ahora que se que eres como eres

Nada me extraña ni sorprende,

No te agarro, no debo agarrarme.

Si nada es nada, nadie es nadie.

Y yo como para ti soy alguien

Para mi, debe ser bastante.