Yo que nunca te reproché
Tus hazañas salvajes
Que de todos era sabido que eran inventos
De tu mente narcisista y machista.
Que buscaba aun el orgullo
Y la sonrisa...
Que la vida puede dejar
Quizá creciendo la semilla,
-Pensé-, algún día florezca.
Pero ni vueltas ni anhelos.
Yo nunca te dije lo que odiaba tus aires de bueno, esos continuos querer alabanzas,
Y no ser nada bastante.
Y no ser nadie bastante.
Porque jamás llegaste a querer.
-Si es que sabes lo que por esa palabra se entiende-.
Mírame, ahora parezco entristecida.
Cautivada por los pesares de la vida.
Yo, que nunca fui ciega a la belleza,
Que no me dejé llevar por la ira.
Ahora, ¿de qué sirvió tanta nobleza
Y tanto cariño?
Para qué querer a una imagen,
Si al mirarla lejos se entiende,
Y al acercarte y tocarla
Se desvanece.
Yo creo que te lo mereces.
Que estamos todos cansados
Y que has ganado ya muchas veces.
Al final a ninguno nos premian
Suerte que sólo alguno enloquece.
Hubiese sido tan fácil no acabar así...
Y ahora te arrodillas ante gente que no te siente, sólo te padece.
Hubo momentos mejores, -todos lo saben-.
Qué pena de madurez,
Cuando la mayoría de la gente
De ella carece.
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