Querida indecisa, tremenda y anhelante:
Por más que las luces se apaguen
Y parezca que nunca más se encenderán
Hay un paraíso perdido en tu mente
Al que sólo se llega en la oscuridad.
Quiero que no te importe el orgullo,
La pena o la caída.
Que no importe la muerte, sólo importa la vida.
Querida, no tengas miedo de tí misma,
Eres todo y todavía
No te conoces si quiera.
Cuando te vas dejas un hueco,
Cuando te vayas dejarás una herida.
Y se que no quieres dañarte ni dañar,
Pero al caminar siempre se deja huella,
En tí, y en los demás.
Cuando mires atrás no te avergüences,
No llores por luces ya consumidas.
Exprime todo lo que puedas los momentos,
Vive como si no existiera la pérdida.
Allí, donde nacen las olas
Siempre hay calma sin mareas.
Cuando te escondas y sientas el miedo,
Cuando no haya calor ni huída,
Cree que siempre hay una salida.
Corre en su busca, nunca des por perdida.
No hay paz sin guerra, querida.
Y algún día, algún día,
Cuando mi piel esté marchita
Nunca será tarde,
Nunca estaré arrepentida.