Por qué, si le temo,
si no me adentro nunca por miedo,
si siento pánico en la soledad de un océano,
si el oleaje me aterra si me lleva a su seno.
Por qué, si no se ni nadar ni remar por su eternidad,
no se qué hay más allá,
no se navegar por su azul inmenso.
Por qué sueño con que me acoja la marea,
por qué si la peor de mis muertes sería ahogada, sin voz, sin adiós, sin palabra.
Por qué quiero mirarlo hasta agotar mi tiempo,
si me aterra lo que esconde,
allá donde el horizonte separa su azul del azul del cielo.
Por qué estoy enamorada de lo que me da miedo, de lo que admiro y venero, de lo que quiero en silencio,
mientras se aleja, tan calmado, frágil y eterno.
Tan fuerte, terrible y eterno.
Tan desconocido, constante y eterno,
Por qué no del cielo,
por qué no de la luz,
por qué tan sólo el silencio y el romper de las olas,
si el sonido del mar me envuelve,
noto más incertidumbre que nunca.
Y aun así, por qué el mar, si es aquello a lo que más respeto tengo,
aquello a lo que no conozco,
aquello que nunca será mío.
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