Pero aun así, influiré sin gana alguna en ellos, quizá por mi carácter, o quizá por el tuyo.
Yo siento adentrarme en tu cabeza, siento judgar tus palabras o tu decencia.
Yo no soy nadie para ayudarte, no soy nadie para guiarte, tú estás aquí porque aun no me conoces y no conoces mis intenciones.
Perdona, no pensé que sucedería así, yo no quise influir en tu vida, pero así lo he hecho, como hacen los que te rodean.
Si de algo estoy segura es de que me escondes porque te dan miedo las consecuencias, y yo también las temería.
No te obligaré a decidir, y perdona si alguna vez me salgo de la cueva en la que me encierras.
Pero es el fin del prisionero, el prisionero ha de huir, de salir, de escapar.
Ojalá no tuviera que encerrarme, pero yo misma te haré el favor de ponerme cadenas por ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario