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miércoles, 22 de julio de 2015

Los hombres silenciados.

Los hombres queremos.
Los hombres nos acurrucamos
y nos abrazamos al silencio.

Hay quien grita en silencio
y quien tan sólo vive en silencio.
Pero el silencio es el llanto 
de estar viviendo.
Es el silencio el que más espera,
que continúa e intriga.
El que espacia y pronuncia,
el que guía
la mente.
Y hasta no haber posibilidad de romperlo
no existe vida.
El silencio es la paz de lo eterno.
La paz y los huesos.
El silencio.


Eso es,
vacío.
Y necesario en el mundo
lleno de ruido.
Es verdadero o mentira.
Es el claro comienzo de la ira,
del amor y del desconcierto.
Es la fuerza de los hombres,
un puño apretado tras la espalda,
y una historia por contar.
Y por vivir en silencio
no significa vivir callando
o arrodillado
o liderado
o marginado.
El silencio es el mayor gesto de inteligencia.
Y el silencio ejerce más fuerza
que las palabras secas.
Es un escudo.
Pues el que desea luchar,
no sabe que vivir en guerra
no es vivir, sino estar muriendo.
El silencio va más allá del entendimiento.
Es un poder que no usamos.
Es un secreto encerrado,
guardado a las mentes intrusas.

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