viernes, 22 de diciembre de 2017
No me regalen flores
miércoles, 20 de diciembre de 2017
Pero vuelve
Hemos llegado, desde una gran distancia, el uno al otro.
Siempre lo hemos hecho.
A través de grandes distancias, a través de años, de abismos de casualidad.
Y porque venimos desde tan lejos, nada puede separarnos.
Nada. Ni la distancia, ni los años, nada puede ser más grande que la distancia que hubo siempre entre nosotros, la distancia de nuestro sexo, la diferencia de nuestro ser, la de nuestras mentes; esa brecha, ese abismo que salvamos con una mirada, un roce, una palabra.
Mira lo lejos que está, lo lejos que está siempre.
Pero vuelve, vuelve, vuelve...
Tierra Madre
Hay algo que no se olvida y ese algo es el olor conocido, un lugar o una persona a la que lo asocias.
Más que olor, es una serie de sensaciones que acaban concluyendo en la descripción exacta de un instante, el instante en el que te sitúas y te sumerges, y acabas por sentir casi el momento de nuevo.
El olor a lluvia, a frío y a leña quemándose me recordaba a la infancia.
Me recordaba a un invierno felíz y atemporal.
Me recordaba a familia y a seguridad.
Todo aquel que ha tenido un lugar de escape de la bulliciosa ciudad conoce el sentimiento de paz que alejarse de ella puede acarrear.
Si, siempre amé mi preciosa ciudad, pero apreciaré siempre haber vivido ambos mundos, el campo y el asfalto.
Yo soy esa mezcla y gracias a ella me defiendo en ambos con las armas que no tendría sin haber conocido el otro mundo paralelo.
Esa sensación me lleva a estar mirando al fuego en el bar del pueblo, mientras que se que fuera todos los peligros acechan, mientras veo caer la lluvia, yo me siento a salvo.
Escuchar a mi padre y sus compañeros y amistades hablar de las mismas batallitas de siempre, notar la mano de mi madre acariciar mi espalda mientras que echada encima de la mesa, apoyando la cabeza en mis brazos cruzados, clavo la mirada en el fuego, que poco a poco arde, que poco a poco se nubla, y me quedo en una sensación de duermevela.
Me recuerda a leer en el sillón un libro mientras bebo un Colacao, mirando como anochece pronto en la fría tarde de noviembre, como mi padre lee y lee siempre ávido de una colección de sabiduría que almacena como un tesoro en su mente. Le miro ojear una revista de Investigación y Ciencia, o el Economist, y sin entender por qué, estoy en casa.
Me abraza el frío de un recuerdo, caminar por la montaña entre hojas caídas y ramas que crujen allí donde piso.
Mirar los colores rojizos, verde, amarillo y cobrizo.
Sentirme como una aventurera descubriendo caminos, pisar dos piedras seguidas e inventar las escaleras que me llevan al lugar del que tanto he leído.
Jugar con Fer a correr más lejos, a tirarnos piñas y a escondernos.
A caminar entre charcos y las primeras nieves, algo de hielo en la cima, y el aire.
El aire es puro y curativo, tiene ese olor a frío.
Y ver anochecer y en el horizonte luces doradas, rojas, rosas y anaranjadas.
Ver las nubes altas alejarse en la distancia.
Entre montañas clarea la noche, que de estrellas se plaga.
Mirar al cielo y ver un mundo nuevo,
Desear saltar y alzar el vuelo.
Es bello por mis recuerdos, es bello por ser parte de mi, por ser en lo que creo.
Hay veces que las luces del norte me salvan
Del gris asfalto que me absorbe.
Toda mujer y todo hombre
Necesita un lugar donde sentirse unido
A la tierra madre.
Sobre la Sombra y la Luz.
Yo que nunca te reproché
Tus hazañas salvajes
Que de todos era sabido que eran inventos
De tu mente narcisista y machista.
Que buscaba aun el orgullo
Y la sonrisa...
Que la vida puede dejar
Quizá creciendo la semilla,
-Pensé-, algún día florezca.
Pero ni vueltas ni anhelos.
Yo nunca te dije lo que odiaba tus aires de bueno, esos continuos querer alabanzas,
Y no ser nada bastante.
Y no ser nadie bastante.
Porque jamás llegaste a querer.
-Si es que sabes lo que por esa palabra se entiende-.
Mírame, ahora parezco entristecida.
Cautivada por los pesares de la vida.
Yo, que nunca fui ciega a la belleza,
Que no me dejé llevar por la ira.
Ahora, ¿de qué sirvió tanta nobleza
Y tanto cariño?
Para qué querer a una imagen,
Si al mirarla lejos se entiende,
Y al acercarte y tocarla
Se desvanece.
Yo creo que te lo mereces.
Que estamos todos cansados
Y que has ganado ya muchas veces.
Al final a ninguno nos premian
Suerte que sólo alguno enloquece.
Hubiese sido tan fácil no acabar así...
Y ahora te arrodillas ante gente que no te siente, sólo te padece.
Hubo momentos mejores, -todos lo saben-.
Qué pena de madurez,
Cuando la mayoría de la gente
De ella carece.
Yo era una mujer perdida
Yo era una mujer que vagaba
Siempre entre incertidumbres.
Nunca me pregunté hasta dónde algo es algo
Y nada es nada.
Me miraba las manos como extrañada
De poder tener algo con lo que agarrarme.
¿Agarrarme a qué?
Si nada es nada.
Pero las causas de mi confusión al final
Acaban perdidas en las mismas preguntas.
Y acabé firmando finales
A las teorías que produje.
Ahora que tengo todo más claro,
Ahora que se que eres como eres
Nada me extraña ni sorprende,
No te agarro, no debo agarrarme.
Si nada es nada, nadie es nadie.
Y yo como para ti soy alguien
Para mi, debe ser bastante.